La Sirena del Lago de Apanás
Antes de que el lago cubriera las tierras altas de Jinotega, corría un río claro y poderoso, rodeado de árboles antiguos, cantos de aves y abundante vida. En sus orillas crecían pueblos indígenas cuyos vestigios aún susurran desde el fondo de las aguas. Se dice que donde hoy se extienden las profundidades del lago de Apanás, había un gran cementerio indígena, con tumbas sagradas, petroglifos y altares que conectaban con otros mundos.
Cuando el agua lo cubrió todo, algo más quedó encerrado allí… algo que no debió ser perturbado.
En las frías mañanas y los ardientes atardeceres, cuando la neblina se arrastra como un velo de espíritus sobre la superficie, los pescadores bajan la voz. Hablan con respeto —y con miedo— de una criatura que no es de este tiempo: la sirena del lago de Apanás.
Dicen que aparece flotando entre la bruma, con una belleza sobrenatural: piel luminosa, cabellos oscuros y ondulados como las aguas, y ojos tan profundos como el mismo abismo. Canta con una voz que parece mezclar el dolor antiguo con la dulzura del olvido. Su canto hechiza, seduce, atrapa. Nadie que lo haya seguido ha regresado igual.
Muchos han desaparecido sin dejar rastro. Otros han regresado en silencio, con la mirada perdida, murmurando sobre un "mundo azul", una dimensión sin tiempo, donde las sirenas bailan entre corrientes y portales. Los ancianos creen que los portales siguen abiertos, ocultos bajo el espejo del agua, conectando el presente con un pasado sagrado y peligroso.
Una de las historias más temidas es la de Don Matías, un pescador sabio que conocía cada rincón del lago. Una madrugada se fue solo, remando hacia la bruma. Decía que había oído una voz que lo llamaba desde el fondo del agua. Nunca volvió. Solo hallaron su cayuco, vacío, con una flor blanca encima —una flor que ya no crece en estas tierras.
Desde entonces, nadie se atreve a navegar solo al amanecer ni al atardecer. Porque si escuchás una melodía suave entre las olas, no es el viento… es ella, la sirena de Apanás, y ya te está llamando desde la otra orilla del tiempo.
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